domingo, 31 de octubre de 2010

Si non é vero, é ben trobato

Un amigo y proveedor de anécdotas me ha enviado un link a una entrada en el blog de Pensamiento Pedagógico Eadical que firma Jon Igelmo Zaldívar fechada el 28 Abril de 2008. Es interesante de leer y os incluyo el texto a continuación. Los que queráis un acceso a la información completa con imágenes y comentarios a la entrada original podéis acceder aquí.

A finales del siglo XIX, en las minas de la cuenca vizcaína, el mineral no siempre tenía la calidad que los patrones exigían. Aunque el esfuerzo fuera el mismo, las mezclas del mineral eran mal pagadas. Casi a diario, de cada extracción se analizaba una muestra de la que dependía el salario de los trabajadores. Los días en que el hierro era de gran pureza, el operario inglés colgaba un letrero en la puerta de la mina donde se leía: “All Iron”. La paga entonces era doble y entre los trabajadores un grito era unánime: ¡Alirón! ¡Alirón!

En 1876, con el final de la guerra carlista y la cancelación de las aduanas las empresas inglesas llegaron a la margen izquierda de la ría del Nervión para iniciar inversiones. La existencia de gran cantidad de hierro excelente cerca de un gran puerto, junto con una mano de obra barata, atrajo el capital británico a la costa vizcaína. Como señala Ander Izaguirre en un interesante reportaje para el periódico El Correo:

Se instalaron docenas de compañías -entre ellas 64 inglesas- que invirtieron millones y millones, emplearon a 12.000 obreros y llegaron a producir 6,5 millones de toneladas anuales de hierro (la décima parte de la producción mundial). Fue una época frenética, un hervidero humano que desfiguró el paisaje: destruyeron montañas, desviaron ríos, abrieron balsas gigantescas, instalaron hornos de calcinación, tendieron tranvías aéreos para bajar el hierro en baldes hasta los cargaderos del puerto, construyeron planos inclinados para las vagonetas, trazaron la red ferroviaria más densa de Europa.

Al calor del hierro se levantaron las industrias siderúrgicas, los astilleros, las compañías navales, los grandes bancos, las fabulosas riquezas de la burguesía vizcaína. Era el tiempo de «los hornos de Barakaldo, que alumbran todo Bilbao». Y el tiempo del alirón, grito de una época efervescente. Si el hierro extraído era muy puro, los mineros cobraban paga extra. Se pasaban la noticia con un canto triunfal: ¿Alirón! ¿Alirón! Eran las palabras que los ingenieros británicos habían escrito con una tiza en el mineral: ‘All iron’. ¿Todo hierro!

En esas mismas fechas, entre los ingleses y los trabajadores de las minas vizcaínas, un deporte causaba furor: el fútbol. La pelota rodaba en las campas de Bilbao y pronto se constituyeron los primero clubs de fútbol que se desafiaban con la atenta mirada de un público que abarrotaba los recintos deportivos. Desde entonces en Bilbao los títulos de su club, el Athletic, se celebran cantando el alirón.

Hoy el alirón se ha popularizado y cuando un equipo de fútbol gana un título se dice que “entona el aliron”. Es cierto que la historia de esta expresión de júbilo tiene otras interpretaciones. Para la Real Academia Española el término tiene sus orígenes en la palabra de origen árabe allí´lán, que viene a significar algo así como “proclamación”. Siempre hay para todos los gustos…

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