miércoles, 20 de febrero de 2013

El Lechón viajero, esta vez en Bogotá

Viaje relámpago al país de flores, esmeraldas, café y permitírmelo, bellas mujeres (Presidente del congreso dixit, y en nada se equivocó). Salí de Barcelona el miércoles por la mañana. Parada obligatoria en Madrid hasta media tarde esperando el enlace con el vuelo de Avianca y tras 10 horas de viaje aterrizo en El Dorado (no el de Aguirre, si no en el aeropuerto internacional de Bogotá). 2600 metros más cerca de las estrellas me cuentan los amigos colombianos cuando uno parece cansarse un poco por la falta de oxígeno. Llego al hotel, ducha, cenita ligera y a dormir que a la que cierras los ojos suena el despertador interno (cosas del jet lag). Efectivamente, son las 4:30 cuando este lechón abre un ojo, todo oscuro, abre el otro, sigue oscuro, se gira y ve el despertador. Horror! Jueves 2:30. A las nueve empieza el curso pre-congreso y yo con estos pelos (bueno, es un decir). Intento volver a dormirme, pero no hay manera. Mi pituitaria está diciendo a mi hipófisis y esta a mi córtex, levántate, primero así pequeñito, pero tras media hora rezongando en la cama empieza ya a gritar LEVÁNTATE c...o! Al final a las 4:30 aburrido de pelearme con los neurotransmisores decido empujar a un lado las sábanas, calzarme esas ridículas zapatillas de papel toalla que suministran los hoteles e ir al baño. Una ducha acaba con las pocas telarañas de sueño que quedaban.
Abro el ordenador y reviso las dos charlas que tengo que dar mañana, perdón en unas horas! A las siete bajo a desayunar y coincido con varios amigos, un italiano y un español, también aquejados del pertinaz jet lag. Regreso a la habitación, me queda una hora para debutar, miro por la ventana y veo la torre Colpatria. Doy la primera de las seis que acabaré dando el congreso. Como entre ésta y la siguiente pasarán 6 horas, aprovecho para salir con otros de los invitados a dar un paseo por la ciudad. Nos recomiendan el museo Botero y el barrio de la Candelaria que están muy cerca del hotel-centro de convenciones donde se desarrolla el congreso.
La Candelaria es un barrio viejo situado en una colina de la ciudad donde se respira un ambiente bohemio. Paseamos por calles empedradas entre muros graffiteados bebiendo chicha y acabamos entrando en el templo de lo orondo que es el museo Botero
        

 

Cuadros bien conocidos que he utilizado más de una vez en presentaciones sobre obesidad para alumnos. Faltan tres horas para que tengamos que regresar al hotel y dar las charlas que nos quedan en el curso previo al congreso. Decidimos aproximarnos al Museo del Oro. Un acierto, espectacular. Faltan calificativos para definir este museo. Simplemente es imprescindible para cualquier visitante por poco comunes que sean sus gustos. Imperdonable no pasear por sus galerías.






 



El tiempo pasa volando y volando salimos del Museo para llegar puntuales a nuestra cita con el auditorio. Otra charla y a cenar que el viernes se presenta duro.
Nuevamente la pituitaria que no entiende de cambios horarios me dice a las 4:30 que me levante.  Hoy tengo 4 charlas en un día. Impensable dar un garbeo por algún museo cercano o pasear por los alrededores. Maratón de Hotel y Congreso. Charla por la mañana, a medio día "almuerzo con el experto" Almorzaron los otros mientras un servidor charlaba y pasaba las diapositivas, por que lo que es el experto, comer más bien poco. Los organizadores se apiadaron de este pobre lechón y al finalizar el almuerzo me acompañaron a tomar un frugal refrigerio que por la tarde aún me esperaban algunas charlas más. Son casi las siete y solo falta una charla para que se acabe el primer día de congreso y Last but not least el lechón viajero pone broche final a la jornada.

Ducha y a las ocho nos recogen para ir a cenar al "Gun Club" se conoce que debe ser un local de lo más "in" y la cena fue de postín.  Llego al hotel y empiezo a preparar la maleta pues el sábado toca regresar.

Tic-tac, tic-tac, despierta que son las cuatro! Y el lechón viajero armado de paciencia le dice OK, de acuerdo, a su pituitaria (pero piensa conseguir melatonina un día de estos para engañarla y que lo deje tranquilo en estos viajes transatlánticos). A las seis me vendrán a recoger para llevarme al aeropuerto, tengo unas horas libres así que salgo por la puerta de atrás del hotel y tras andar doscientos metros entro en el museo nacional. Otro lugar por el cual vale la pena pasear, aunque solo sea un ratito. Emplazado en una antigua prisión aún conserva la estructura típica de las mismas a finales del XIX. Una torre central desde la cual surgen pabellones en diversas direcciones. Por los diferentes pasillos, a medida que se asciende de piso, se desarrolla la historia de Colombia desde las épocas pre-hispánicas hasta la actualidad




 




 

El tiempo pasa rápido, es la una, regreso al hotel. He quedado con Leonardo y sus muchachos para entrenar en su club el Aitsuko Kendo Kai.Aitsuko es un antiguo nombre para denominar libélula. Hoy en día se utiliza más Tombo, pero en Colombia por ese nombre se designa también a la policía. Por si alguna vez vais a Bogotá y queréis practicar seguro que os recibirán bien! Están en la calle 63 a#17-49 . Preparo una bolsa con la hakama, el keikogi, un tenugui y toalla y jabón y un transporte me lleva al dojo. Resisto bien el entreno de dos horas (14:00 a 16:00) Al acabar voy a buscar el móvil para sacar unas fotos del grupo y oh sorpresa! No está mi cazadora de piel donde había guardado el móvil. Pregunto en el vestuario y me dicen "alma de cántaro" dejó su ropa aquí y un deportista al verla abandonada y con su teléfono dentro la llevo a recepción. Me dirijo pues al despacho de la gerente pero resulta que tenía una reunión fuera del centro deportivo y está ausente. Su despacho cerrado y nadie en el lugar tiene la llave. Intentan localizarla pero tiene el móvil apagado o fuera de cobertura. Pasa el tiempo. Son casi las cinco, sin ducharme, con el keikogi sudado, y esperando a que alguien pueda abrir esa puerta. Pasadas las cinco se abre la luz entre las tinieblas y también la puerta. Uf que susto y que estrés. A las seis me esperan para llevarme al aeropuerto y aún no he hecho ni siquiera el check out del hotel. Recupero la chaqueta, el móvil y las llaves del hotel. Subo al primer piso, a la cancha de Squash dónde entrenan y ya con el móvil tomamos una foto del grupo y me despido de ellos con cierta melancolía. Que buena gente ésta!


2 comentarios:

  1. Gràcies pel reportatge tan interesant que has fet de teu periple tant a nivell gràfic com literari:

    Encaixades.

    Ps.- Ahir em baig anar del dojo ja que de sobte em vaig sentir mal. Em vam fotre un Men-Hachazo i em van deixar amb un mal de cap i de cervicals horrorós. De fet avui ja porto dues "aspirinas", La gent encar no te clar que no consisteix en trancar caps si no en donar cops clars :(((

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  2. La veritat em va estranyar no veure't en els go-geikos. Et vaig cercar per a entrenar junts. Paciència! Confio que al llarg del dia se't passi el mal de cap.Com bé dius hi ha gent que encara no ha captat la diferència entre un tall i un cop, però també ens va costar a nosaltres veure-ho. Te'n recordes de la il·lusió de notar la diferència de sonoritat quan vem començar a fer bé els men?

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